Como el vino joven hecho con esmero, es el profesional junior: fresco, ligero, claro, y que aspira a resultados rápidos pero importantes, si se sabe orientar y mantener. Carece de experiencia, pero tiene lo que hace falta para llegar lejos si no pierde el bouquet y se deja avinagrar por el camino… Por eso es clave para la empresa no sólo la apreciación y el reconocimiento de este talento, sino también proporcionarle la guía y el soporte donde desarrollarse, la formación adecuada que le ayude a alcanzar los resultados que promete…y de esta manera transformar su visión de vida.
Como el enólogo que sabe paladear y aquilatar apariencias, colores, cuerpos y texturas, el coach sabe distinguir realidades de tendencias, valores actuales de simples espejismos o promesas de futuro. Ambos están acostumbrados a evaluar y separar la paja del grano, la buena madera del mero cumplimiento formal; a reconocer pujanzas y limitaciones, realizaciones y esperanzas.
Asi, entre los mejores conocedores de esta realidad se encuentra, sin duda, el enólogo, cuya tarea reúne la búsqueda de una elusiva excelencia, capaz de ser reconocida por un paladar educado en la apreciación de aromas, sabores y texturas, que es a su vez, en la mayoría de los casos, resultado de un delicado aprendizaje del buen gusto. Porque, exceptuando raras disposiciones innatas e intuitivas, que las hay, el gusto es un sentido que se educa, como todos los ámbitos de la percepción. Otro profesional conocedor de estas verdades es el Coach, quien, en la búsqueda de la excelencia personal, suya y de otros, ha aprendido a ver más allá de las apariencias a través del coaching. Mediante el uso experto de las diversas formas de lenguaje, no sólo sabe ver y oír, sino lo que es más importante, interpretar lo que ve y oye: ha aprendido a mirar y a escuchar. Requisito indispensable para poder guiar adecuadamente a quien lo requiera en el proceso de su autoconocimiento.
El tiempo es el denominador común de esos aprendizajes: por una parte la destreza del profesional o experto, sea enólogo o coach, y por otra la habilidad para reconocer esa destreza, ya sea en el buen vino o en la disposición y la hechura del profesional. Es bien sabido que hay cosas que mejoran con el tiempo: el autoconocimiento, el buen gusto, el saber disfrutar de las cosas sencillas de la vida, seguramente entre las más importantes. También la destreza, la intuición profesional, la calidad de los productos hechos con dedicación y esmero, cuando su hacedor aspira, más allá del logro utilitario o económico, a la satisfacción que da la tarea bien hecha.
Y entre ambos la calidad del producto, que el buen conocedor debe saber evaluar, confirma Cristina Sanchez Vega. El talento es la auténtica materia prima de la organización empresarial - no la infraestructura ni la base monetaria, como todo auténtico empresario (palabra que significa «emprendedor») sabe. Hay un tipo de talento joven pero lleno de vigor y pujanza, con gran promesa de futuro, capaz de grandes logros a partir de un mínimo de recursos.